En abril de 2014, el escritor Alex Castro y la fotografa Claudia Regina pasaron el mes en Cuba para consultar el manuscrito autógrafo de la autobiografía de Manzano, a disposición en la Biblioteca Nacional José Martí, y también para encontrar y fotografiar las huellas dejadas por el poeta esclavo.
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La casa donde Juan Francisco Manzano creció y vivió, en el corazón de la Habana Vieja, en la esquina de O’Reilly y Brasil (antigua Teniente Rey), está hoy ocupada por el Hotel Marqués de Prado Ameno – llamado así en homenaje a uno de sus antiguos propietarios.
La casa, que seguramente ya existía en 1711, fue extensamente reformada al inicio del siglo XIX por el dicho marqués. Más tarde, ya en el siglo XX, fue ocupada por un taller gráfico (donde se imprimía la Gaceta Oficial) e incluso un taller mecánico.
Al fin, en 2008 después de una larga etapa de reformas, como parte del Programa de Rehabilitación Integral del Centro Histórico, auspiciado por la Oficina de Historiador de la Ciudad de La Habana, la casa fue reabierta como un hotel de propiedad de la empresa Habaguanex.
En la casa – en que fuimos muy bien recibidos por el personal de Habaguanex – poco se conservó de la época en que el poeta vivió. Quizá solamente el antiguo pozo y uno de los patios internos. En exposición, están objetos descubiertos en excavaciones o donados por los herederos de los Marqueses. Algunos de esos objetos son de la época, tales como monedas, botones, platos de cerámica. Una bella vidriera de colores reproduce el blasón de los Marqueses de Prado Ameno.
La memoria de Manzano está más presente en los nombres dados a las habitaciones del hotel. La terraza y el cibercafé se llama ‘Flores Pasajeras’, referido a uno de sus libros de poemas que se publicó en 1830, aun estando esclavizado; el nombre del patio, ‘Santa Ana’, se refiere al Marquesado de su primera propietaria; el de una suite, ‘Ingenio San Miguel’, que fue un de los ingenios pertenecientes a la familia y mencionado en la autobiografía; el de otra suite, ‘Don Nicolás de Cárdenas’, uno de sus propietarios; y el del restaurante, ‘El Molino’, se refiere al ingenio de la familia donde el poeta sufrió más.
La sala de reuniones se llama ‘Salón Manzano’.
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En la autobiografía, Manzano menciona constantemente el ingenio El Molino, en los alrededores de la ciudad de Matanzas – en la época, la segunda más grande y rica ciudad del país, centro de una región de gran actividad azucarera.
Hay alguna controversia sobre el nombre de este ingenio. En los siglos XVIII y XIX, existen numerosas referencias a un ingenio de azúcar de propiedad de los Marqueses de Jústiz de Santa Ana y Prado Ameno (familias unidas por el matrimonio), ubicado a cuatro o cinco kilómetros de Matanzas, a las orillas de los ríos San Juan y San Agustín, llamado ‘Los Molinos’ o ‘El Molino’.
Por la coincidencia de su localización y propietarios, se trata probablemente del mismo ingenio. Se conjetura que el ingenio era llamado de ‘El Molino’, y pasó a ser nombrado ‘Los Molinos’ cuando construyeron un nuevo molino, y por algún tiempo, se usaron los dos nombres.
Rafael Fernández Moya, empleado jubilado de La Habaguanex – investigador de Manzano y autor del material de referencia, usado por la empresa, sobre la historia del Hotel Marqués de Prado Ameno – hizo la gentileza de recibirnos en su casa, y compartió esa y muchas otras informaciones.
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En Matanzas, fuimos muy bien recibidos por Ercilio Vento Panosa, el historiador de la ciudad; por Isabel Hernández Campos, directora de los veintidós museos de Matanzas; y por Justa Bielka Cantillo González, directora del patrimonio cultural de la ciudad de Matanzas.
Además, en todas nuestras andanzas contamos con la ayuda, compañía y amistad del historiador Urbano Martínez Carmenate, autor de casi una veintena de libros, entre los cuales está una imprescindible biografía de Domingo del Monte, el literato cubano quien promovió la colecta y compró la libertad del poeta-esclavo.
Visitamos el Castillo de San Severino, la primera construcción en la ciudad de Matanzas, de 1693, y nombrado dos veces en la autobiografía. Hoy, se ha convertido la fortaleza en un centro cultural promoviendo la memoria de personas africanas que aportaron en la ciudad con destino al cautiverio en los ingenios de azúcar que contribuyeron en la riqueza de la colonia.
Con enorme gentileza y cariño, las puertas del museo Provincial Palacio de Junco, entonces cerrado, fueron abiertas exclusivamente para que viéramos la lápida de la primera propietaria de Manzano, la Marquesa Jústiz de Santa Ana, conocida por ser la primera escritora de Cuba, como también un cepo, original y auténtico, utilizado para castigar los esclavizados en Matanzas en la época misma en que vivió el poeta. A lo largo de su vida en cautiverio, Manzano fue varias veces torturado en cepos semejantes. Quizá en ese mismo.
Por una feliz casualidad, Ydoris Pérez y Pérez, hermana de una de las veladoras del museo, Amparo Lourdes, vivía en el terreno que fue del ingenio Los Molinos. Incluso, las dos habían vivido en una de las casas de vivienda, la más reciente, construida a finales del siglo XIX, y posteriormente demolida en 1972. La casa actual de Ydoris, y otras dos, se apoyan sobre los cimientos de esa casa de vivienda.
De su terraza, se oía el murmullo de los ríos San Juan y San Agustín al encontrarse, en cuyas orillas el poeta pescaba y escribía.
Al lado, aún permanecían de pie las paredes, los muros y cimientos de la antigua casa de vivienda, hecha de piedra y quizá conservados desde la época de Manzano, en los princípios del siglo XIX.
En Cuba, todo se reaprovecha: en la casa de vivienda donde aquel niño esclavizado seguía a su ama como un falderillo, hoy funciona una fábrica de hielo.
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Todas las fotografías son de la fotógrafa Claudia Regina y están disponibles para reproducción gratuita, bajo licencia de Creative Commons.
§ 3 respostas para fotos
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Tive o prazer de ler o livro (versão publicada pela Hedra). Um trabalho fantástico de Alex Castro, com suas – inúmeras e imensas – notas explicativas, que nos deixa mais próximos do poeta. A obra faz com que o leitor possa compartilhar a mesma ânsia por liberdade e justiça vivida por Manzano. Da leitura fica a tristeza de se defrontar com a triste realidade da escravidão, e a vontade de que essa história não seja perdida. Atores da história como Juan Francisco Manzano merecem ser lembrados e relidos sempre, ainda mais em tempos em que o discurso de ódio e o preconceito étnico se fazem bastante presentes. Agradeço a todos os envolvidos com a publicação, edição, tradução e pesquisa, pelo convite que nos fazem ao imenso lado sombrio da realidade histórica. Um relato individual que vai muito além do indivíduo.
Entendam a «mesma» entre parênteses…
[…] as 53 páginas do manuscrito original (na própria caligrafia do poeta-escravo) e cinco vezes mais fotos da claudia regina do que a edição […]