Algunas poesías de Juan Francisco Manzano.
* * *
Treinta años
Cuando miro al espacio que he corrido
desde la cuna hasta el presente día,
tiemblo, y saludo la fortuna mía,
mas de terror que de atención movido.
Sorpréndeme la lucha que he podido
sostener contra suerte tan impía,
si tal puede llamarse la porfía
de mi infelice ser, al mal nacido.
Treinta años ha que conocí la tierra;
Treinta años ha que en gemido estado
triste infortunio por do quier me asalta.
Mas nada es para mi la cruda guerra
que en vano suspirar he soportado,
si la calculo ¡oh Dios! con la que falta.
* * *
A la ciudad de Matanzas después de una larga ausencia.
Testigo un tiempo, campo venturoso,
de tu maleza fui: manglar y uvero
en ti mecerse contempló el viagero,
que frecuentó tu ceño montüoso.
Ya en vano busco desde el puente añoso
tus uvas, mangles, y el pajizo alero
de la abatida choza, do el montero
su indigencia ocultó, mendigo, ocioso.
Todo desapareció: tu plaza crece,
y a par huyendo, dejánte poblado
selva, maleza y campesina sombra.
Tamaña variedad júbilo ofrece;
pues quien te abandonó tan desmedrado,
hoy con placer filial te ve, y se asoma.
* * *
La cocuyera
Un incauto cocuyo
Revolaba brillante,
Ya del prado a la selva,
Ya de la selva al prado.
Libre cual mariposa
Hendiendo el aire vago,
Liba en vírgenes flores
Jugos almibarados
Ora esplende, ora oculta
Del fósforo inflamado
La luz a que no cabe
Color acomodado.
¡Cómo vuela invisible!
Lucero es ya bien claro:
Si presto se oscurece,
Presto ilumina el campo.
En vano los mancebos
Le siguen anhelando
Con teas encendidas
El placer de tomarlo,
Pues revolando en torno
Al silvo suave y blando,
Vuelve la luz en niebla,
Se pierde entre las manos:
Y en la frondosa copa
De un flondo naranjo,
Opaca luz despide
Dejándolos burlados
Entonces Nina bella,
Gloria y honor del campo,
Envidia de las flores,
Delicia de su amado,
Toma la cocuyera,
Que con sus curiosas manos
Labró en felices días
Su tierno enamorado,
Y en alto suspendiendo
Tan bellísimo encanto,
Ya mueve, y mil cocuyos
Alumbran encerrados.
“Baja, le dice, baja,
Que en mi amante regazo
Cañas dulces te ofrezco,
De cañutos dorados:
Dormirás en mi alcoba
Mi aliento respirando;
Serás de mis amores
Confidente sagrado.”
El fúlgido cocuyo
Plácido susurrando,
Vuela, desciende y toca
Sobre sus mismos labios;
Probó la miel hiblea,
Con que amor ha endulzado
Los divinos claveles,
Honor del cutis blanco
Del nuevo prisionero
Celébrese el hallazgo,
Y en la prisión contento
Brilla que es un regalo…
* * *
A la luna
ODA
¡Oh! luna: deidad qe. el ser supremo
Sustenta a par del sol, de cuya frente
Nase tu Iuz de paz, cuando al estremo
Del ocaso profundo
Ledo parte; ya el mundo
Tu sola tennidad llena clemente
De inefable placer, y el alma mia
Pr. tu regia mansion su canto embia
Ora tus grasias todas a mis ojos
Brillan, de amenidad y de belleza
Vivificando grata los manojos
De las distintas flores
Con qe. en fragantes olores
Con tu influjo bertió naturaleza
Cuyos pensiles inter bien declinas
Embazaman la esfera qe. iluminas
Así siempre de Cuba al venturo
Climas derrames tu candor divino,
Y en pura calma y en perene gozo
Desde el dulse Almendares
Te sigan los cantares
De la paz, del amor, y buen destino
Qe. ofrese al Bardo qe. sus linfas besa
Virtud, inspirasion,. y fortaleza.
Cuantas tranquilas noches esquivando
El sueño, te admiré; bajo algun sause
La pensativa frente reclinando
Belaba a tus reflejos, .
Y ollendo desde lejos
El espumante hervir del ondo cause
Do fragoroso Agusti despeñaba
¿No fue allí tu deidad quien me inspiraba?
Benefica impresion yo te saludo
Pr. cuanto se dilata la corriente
Qe. llebó con mi edad el tiempo mudo
Bolaron los floridos
Años qe. ya perdidos
En vano busco con tu luz presente
Mas ¡hay! de tus mismos movimientos
Renasen mis pasados pensamientos
Contemplandote alli mi mente inculta
Osó jusgarte sentro indivisible
De otro mundo, quizá donde se oculta
Bajo profundo arcáno
De este genero humano
Otra espesie tan pura cual sensible
Cuya sabiduria luminosa
En la esensia inmortal de Dios se gosa
No beran fuerte y elebado muro
Donde la fuerza ostenta su hufanía,
Ni quien proboque a lid marchando impuro
Ante el .cañon violento,
Mortifero instrumento
Qe. la guerra abortó con saña impia
Ni el torrente fatal de armas lusientes:
Triste debastasion de los vivientes.
Vida, paz eternal, gratas masiones,
De bien abenturados cuyos ojos
Divinos climas ben; no abran pasiones
A qe. el alma sucumba
Ni temerá en la tumba
De fugases placeres los despojos
Tremula abandonar con cuanto quiere
Pr. qe. el genio del mal allí no hiere
(Tal yo desia; pero en mi bobiendo
No allé en tu mangnitud la patria digna
De la prole de Adan, esta corriendo
Los campos de la tierra
Su corta vida ensierra
Donde infalible el cielo la destina
O a baratros profundos condenada
O al reino del señor pr. siempre alsada
Que han sido ya donde se undieron
Las delisias de Eden, la ermosa .exena
De paz y de ignosensias qe. fueron
A perfecion creados
Y a la vida llamados
A quel felice par de quienes llena
La tierra con diversas produsiones
De tantas cartas pueblan sus regiones.
Palida, temblorosa y tristesida
Desde lo alto del inmenso cielo
Visteis del primer hombre la caida
Ya miserable humano;
Allí sensible en vano
Por no mirar al dolorido suelo
bigor a su ocaso el sol se undía
Y tu luz a su falta susedia
Si: el eco omnipotente en sus destinos
El fallo pronunció… el Eden arde
Y acosado de ardientes querubines
Todo pabor derrama
Y en llanto Adan esclama
Clemensia ¡Oh Dios!… mas ya fue tarde
Serrose el paso a su venigna suerte
Y abrieronse las puertas de la muerte
Entonses ¡Ay dolor!… del misterioso
Caos de adversidad al fin salieron
Todas las causas de inestab1e gozo
Y en ora mal hadada
Cual plaga infortunada
Al mundo con el hombre dessendieron
Dó asta al ultimo aran fiel testigo
De la culpa fatal, ¡fatal castigo!
Desde entonses acá! cuantos trofeos
Y triunfos de nasiones eminentes
Contemplarás en tristes musuleos
Bajo belos luctuosos,
Y en paramos tristosos,
Donde fueron las glorias preeminentes,
Con el bullisio mundanal a ralla
Qe. en soledad perpetua todo calla.
De Egito, Babilonia, Trolla, y Tiro,
Las soberbias piramides en vano
misero busco; pr. doquiera miro
Columnas misteriosas
En ruinas lastimosas
Donde grabó del tiempo la alta mano
Sublime orror; y al recorrer la historia
Emblemas mudos de la humana gloria
Así en belada noche silensiosa
Efímero consuelo de almas tristes
Osé pensar ante tu faz donósa:
Y en mis meditasiones,
¿Cuantas rebelasiones
Desde tu inmensa cumbre me ofresites?
Tiempo fugaz, eternidad sombria
Desde do nase asta do muere dia.
Solo tu beldad siempre inmutable
Sobre el basto trastorno de Ias cosas
Ostenta el mismo ser, mas armirable
En la noche querida
Qe. el sol cuya esendida
Llama fecunda ardiente y calurósa
Leer nos priva en su estructura eselsa
Del supremo asedor la alta grandeza
¿Quien osado una vez alzó sus ojos
Pa. armirarle en su esplendente via
Qe. no pagó sin vista sus arrojos?
Mas ¡Ay! cual si te mira
Dulsura no respira?…
Pues tu encanto belleza y ufanía
Modelos son de admirasion bastante:
Ellos serán mi objeto en adelante.
* * *
La música
Detén la diestra mano encantadora,
angelical mujer, álzala en tanto
que entusiasmado tu bondad implora
tu más débil cantor. ¡Si, Delia hermosa!
Tome a su ser el alma que extasiada,
incierta discurría
bajo el impulso y grata melodía
que gustar hace el plácido instrumento,
cuando en lozana juventud te admiro,
cual aquella deidad que al casto coro
sublime encauta con el arpa de oro.
¿Por qué no es dado a mi infeliz estrella
fácil ahogar el dulce sentimiento
de vida, de amistad y de contento
que inspira la beldad modesta y pura?
Entonces, sí, callara; y silencioso,
con el oyente tibio confundido,
y a ti desconocido,
de la Música el estro poderoso
no descubriera en tí. Mas, ¡ay!, Natura
de un alma me dotó tierna y sensible
al mágico entusiasmo irresistible
que experimenta juventud florida,
cuando el aura de dicha respirando,
descuella por los campos de la vida,
de la belleza en pos, placer buscando. y
a en el teclado armónico te siento,
marcando los compases
con celestial impulso… ¿En tal momento
bañado en dulcedumbre y alegría,
yo inerte, inanimado,
lleno de desamor el pecho helado
contemplarte podré? ¡No, Delia mía!
Cuando tu grato nombre
de labio en labio la amistad llevaba,
como décima Musa te invocaba:
de este feliz renombre,
que en sus alas el mérito levanta,
mucha suma esperé, pero no tanta.
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Con sensaciones tales
música y poesía me inspirabas,
en tanto que ignorabas
cuánto a tu influjo tu cantor sentlía.
Tus manos, ¡ay!, tus manos
me hicieron conocer que aún existía
dicha inocente entre los goces vanos
que nos llevan en pos, y precipitan
en caos de dolor, do siempre tarde
recuerda el triste que en pasiones arde.
¡Feliz aquel mortal que siente y pinta!
Así dos veces una dicha goza,
si la inocencia pura
tributa candorosa
del ingenio al pincel la hermosa tinta
que a la Verdad tan sólo pertenece.
Mi labio tal te ofrece
no el fuego devorante
de un simpático amor… ¡Ay! ¡Yo, tu amante
nunca, Delia, seré! Naciste bella,
parda virgen que ciego idolatrara;
cuyo candor a mi color uniera
como ingenioso artífice entrelaza
el morado clavel a la violeta.
Mas el Destino, la razón prudente,
el cielo todo ofuscan, do mi estrella
sin fortunada luz a obscuras pasa.
Pero no pudo rigoroso el hado
privarme del placer que experimento
cuando al impulso de tus manos siento
que, herido el diapasón, te corresponde
la métrica cadencia,
la sublime influencia,
la dulce magia que tu esfuerzo esconde.
¡Oh, magia!, cuyo efecto poderoso
me comunica el entusiasmo ardiente,
el volcánico ardor que hace a la mente,
por un mundo ideal, en fervoroso
rápido vuelo, alzarse, y los concentos
de los celestes coros melodiosos
endiosado gozar…
………………………………………….
Cuando inspirado
de fuego celestial, las cuerdas de oro
ante el pueblo de Dios David pulsaba,
y hasta el Eterno en cántico sonoro
inmaculados tonos levantaba,
¿quien tan sublime impulso a su arpa diera?
Por ti, Genio divino,
se hizo eminente el inmortal Rossini,
cuando del Sena el curso suspendiera
con nunca oídos tonos, encantando
con su influjo y poder a Europa entera.
Yo, al pintar tan patética dulzura
en ti, Delia inocente,
respiraba este afecto de ternura;
y en la encendida, arrebatada mente
larga rienda soltando al pensamiento,
¡oh, cuán digna, te hallé del canto mío,
y cuán bella también!
…………………………………………..
Pero callaron
ya las templadas cuerdas. ¿Dónde fueron
la divina expresión, el mago canto
y la destreza más que sobrehumana
que cautivó sensibles corazones?…
Terminaron también mis ilusiones
como si de un ensueño despertara…
Yo entonces, conmovido
de un no se qué de gratitud grandiosa,
en mi transporte al colmo me elevara;
y de allí arrebatado en la ardorosa
idea que aún halaga mis sentidos,
mis labios en tus labios estampara;
fuera de mí, perdido,
a morir a tus plantas me arrojara.